
Dos proyectos están a punto de inaugurar la minería a gran escala sobre la poco explorada Cordillera del Cóndor. Un bosque amazónico único, lleno de especies endémicas y donde habitan comunidades indígenas; mientras su subsuelo oculta miles de millones de dólares en cobre, oro y plata. Minería y gran biodiversidad en un mismo lugar hacen que sea una zona llena de conflictos socio-ambientales.
A un lado del río Quimi está Tundayme, una pequeña población que no supera los 600 habitantes, mientras al otro lado se observa el campamento del proyecto Mirador, que tiene 2 000 trabajadores y se extiende hacia la frontera con el Perú, en la provincia de Zamora Chinchipe. Todos los días ingresan docenas de volquetas y otra maquinaria para excavar un agujero de casi un kilómetro de profundidad por 1,5 de diámetro.
Para ese proyecto se han talado 1 422 hectáreas de bosque, según confirmó la empresa china Ecuacorriente, a cargo de la operación, a Vistazo y Mongabay Latam que recorrieron la zona. La verde vegetación contrasta con amplias áreas desbrozadas y grandes infraestructuras en medio de la selva. También se ven unas piscinas, de color tierra, donde se tratan las aguas, exactamente junto al río.
Esto es lo que se conoce como minería a cielo abierto y es el primer proyecto de este tipo en Ecuador. La fase de explotación, prevista para comenzar en diciembre de este año, extraerá 3,18 millones de toneladas de cobre, más oro y plata, durante 30 años. Mirador y otros proyectos “estratégicos” (tres en la Amazonía y dos en la cordillera de Los Andes) aportarían al país unos 3 800 millones de dólares en exportaciones entre 2019 y 2021, más 3 600 millones en inversiones que ayudarían a sostener la economía, según el Ministerio de Finanzas.
Mientras el gobierno deposita su esperanza en las cifras del auge minero, otros sectores temen por el impacto ambiental en la Cordillera del Cóndor, un ecosistema único que alberga 2 030 especies de flora, entre ellas una de las pocas plantas carnívoras del Ecuador.
Según estudios botánicos, que destaca el Ministerio del Ambiente, hay otras 2 000 especies de plantas por descubrir. Además, esta zona tiene igual número en especies de aves que el Parque Nacional Yasuní: 613. “Recién estamos explorando esta zona y ya encontramos una nueva rana el año pasado (Hyloscirtus hillisi) que existe solo ahí y está en peligro por la minería y la deforestación”, comenta Santiago Ron, profesor principal de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica (PUCE).
Este hallazgo, que confirma el enorme potencial de biodiversidad tiene la Cordillera, se registró a tan solo ocho kilómetros del proyecto Mirador. “Hay otras cuatro especies que pronto daremos a conocer, tras las expediciones que hicimos en 2017 y 2018 en la Reserva El Quimi (una de las cuatro áreas protegidas declaradas en la zona)”, adelanta Ron. Explica que allí han documentado, además, 66 especies de anfibios, de las cuales el 35 por ciento es endémico, es decir, que no existen en otro lugar.
Además de la fauna, esta pequeña reserva de 9 276 hectáreas protege parte del bosque nublado, caracterizado por una “vegetación enana”. Formaciones similares solo se pueden hallar en los bosques de “tepuyes” de Venezuela y Guayana.
Ecuacorriente asegura que biodiversidad y minería pueden coexistir mientras se utilice tecnología de punta. A través de un correo electrónico, la empresa explicó que tiene programas de reubicación de especies rescatadas de las zonas deforestadas para mantener los ecosistemas. Además informó que, de acuerdo a los procedimientos y permisos ambientales, ha reforestado 186 hectáreas.
Sin embargo, las comunidades indígenas shuar no solo temen por el impacto en la biodiversidad sino por la contaminación del agua y la pérdida de bosques, que según denuncian, son más frecuentes a medida que avanza el proyecto.
“Ya no podemos pescar porque el lodo que sale al río está matando a los animales”, lamenta Carlos Tendentza, quien vive un par de kilómetros río abajo y depende de la agricultura. Otros habitantes, como María Chacha, que ha trabajado para la mina, alientan el proyecto y a la vez le piden al Estado que vele por el cuidado de los recursos.
Lo anterior es el reflejo de cómo la pequeña parroquia de Tundayme está dividida entre quienes apoyan la explotación y quienes dicen sufrir los daños colaterales de un gigantesco proyecto minero que ya comenzó al otro lado del río.

Fuente: Revista Vistazo